En la creación del mundo, se cuenta que el primer hombre dio nombres a las criaturas de Dios:
“Y el hombre puso nombre a todos los animales, a las aves del cielo y a todos los animales del campo” (Génesis 2:20).
Al darle un nombre a su hijo, ustedes tienen el privilegio de participar en el acto de la creación. Según la tradición, el nombre del niño varón se otorga durante la propia ceremonia del Brit Milá, como parte de los versos de bendición y recuerdo que se cantan en el rito.
En la tradición judía existen dos enfoques sobre el significado del nombre de una persona:
Uno se refiere a sus acciones y a las expectativas de sus padres:
“Se le dan al hombre tres nombres: el que le dan sus padres, el que le da la gente, y el que él mismo se gana” (Midrash Tanjuma, Vayakhel 1).
El otro, proveniente de la tradición cabalística, atribuye un significado místico y determinante al nombre:
“Siempre debe uno examinar los nombres… porque a veces el nombre provoca bien o provoca mal” (Midrash Kohelet Rabá 7:3).
Las fuentes judías están llenas de interpretaciones sobre nombres.
Itzjak recibió su nombre por la risa de su madre al enterarse de que estaba embarazada.
Rut y Orpá fueron nombradas según su comportamiento hacia su suegra: una por su compañerismo, la otra por darle la espalda.
Cambios y transformaciones en la vida de los personajes bíblicos también se reflejan en un cambio de nombre: Abram pasó a llamarse Abraham, Sarai se convirtió en Sara, y Yaakov en Israel.
Al elegir un nombre para su hijo, es importante que no solo les guste el significado, sino también el sonido del nombre.
Siempre es bueno investigar quién fue la persona cuyo nombre desean usar, y asegurarse de que esté asociado con hechos positivos.
Se pueden encontrar nombres adecuados en la parashá de la semana próxima al nacimiento o en el calendario de festividades.
A veces se desea o se necesita nombrar al niño en honor a un familiar fallecido, y en las comunidades sefardíes —incluso en honor a un familiar vivo.
En esos casos, es importante considerar cómo equilibrar las expectativas familiares con sus propios deseos.
Una posible solución es dar un segundo nombre al niño, o elegir un nombre con un sonido similar.
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